Ese festejo quedará en la historia. Ganar una final en el último instante no sucede todo los días. La montaña humana encima de Hernán Montero, luego empalmar la pelota de su vida, emociona a cualquiera. Un grito de gol como pocas veces se ha escuchado en TDB. Es que Paderborn lo buscó más sobre el final y lo mereció, luego de un partido de trámite parejo. A base de centros el equipo azul le fue rodeando la manzana a Es lo que hay que se había quedado sin piernas y con uno menos tras lograr el empate. El partido no tuvo muchas luces. La apertura del marcador había llegado en el PT con un tiro libre de Bigote Argañaraz desde su campo que se coló por arriba del arquero. Es lo que hay lo fue a buscar y lo encontró en el ST gracias a un desborde de Abraham Leclerq, el jugador más incisivo y peligroso del equipo verdiblanco. Una escapada del Colo por izquierda terminó en centro al área que Ignacio Caunedo empujó al gol. Luego el ritmo bajó y parecía que el empate conformaba a los dos. Pero Paderborn tuvo más hambre de campeón. En los minutos finales dos pelotas paradas seguidas muy peligrosas (una de Matias Space termina pegando en el palo) anunciaban lo que se venía. Finalmente en la tercera, la bocha se clavó en la red y desató el festejo inolvidable, cuando ya se jugaba el descuento. A veces esa cuota de esfuerzo y optimismo es la que termina inclinando la balanza para un lado y dejando vacío al otro. Así de simple. Así de cruel. Así es el futbol.
Encuentro